Neutralidad activa: mi única posición política
Por Héctor Alejandro Ramírez Barrera
A quienes me leen:
En tiempos donde las posturas políticas se vuelven trincheras y la conversación se torna una guerra de etiquetas, he sentido la necesidad de escribir estas líneas. No lo hago desde la indiferencia, ni desde el desinterés, sino desde una reflexión profunda sobre el lugar que quiero ocupar en medio de la realidad social y política de nuestro país. Esta es una declaración personal, una decisión meditada, que nace del deseo de contribuir a la paz y al bienestar común sin ataduras partidistas, sin discursos impuestos, sin intereses ocultos.
Declaración de posición política personal
He tomado una decisión consciente: no apoyaré ninguna bandera política. No me siento en capacidad de hacerme responsable de respaldar a ningún candidato. Si bien reconozco que las corrientes políticas existen y cumplen un papel importante en la organización social, mis objetivos personales responden a una necesidad más profunda: que este país, finalmente, tenga paz.
No creo en la existencia de responsables únicos en una nación donde, justamente por esa búsqueda de culpables, cualquiera puede ser señalado y juzgado solo por mencionar un aspecto político. No confraternizo con ese sentir cultural que, en lugar de generar argumentos, se basa en el desprestigio del otro, de ese otro que, seguramente, también tiene aciertos y errores.
Mientras no exista una cultura del diálogo, de escucha genuina, de propuestas orientadas al verdadero orden, a la construcción colectiva, a la unión y al respeto por cada una de las personas de este país, me declaro abstemio de discursos ya viciados desde su intención. Tales discursos chocan con mi vida cotidiana, en la que ser civilizado implica tener buenas intenciones y actuar con integridad.
No comparto la práctica, tristemente común, de disimular sentimientos adversos por el interés de un ascenso o para quedar bien frente al jefe o al patrón político. Prefiero que mi labor se fundamente en la búsqueda honesta de caminos para mejorar la salud del país, sin depender de las banderas políticas, las cuales —desde mi perspectiva— desvirtúan los principios sobre los cuales debería regirse una nación: legalidad, humanidad y respeto por los procesos vitales de las personas.
No me propongo como opositor. Tampoco encuentro en los fundamentos filosóficos del marxismo una base epistemológica sólida. Los procesos históricos no son errores; son respuestas complejas a múltiples variables que no pueden reducirse a un análisis materialista que ignora la dimensión emocional, espiritual y humana del ser.
Igualmente, rechazo los populismos sustentados en el engaño y la demagogia. En nuestro país, esas prácticas han servido para justificar las peores masacres contra quienes los eligen, y no confío en que conmigo será diferente si me niego a avalar fechorías ligadas al poder, al dinero fácil o al narcotráfico.
Respecto a quienes se proclaman del centro, no creo que se trate del “centro” de nada. Yo avanzo por la derecha como símbolo de dirección clara, pero con un corazón en la izquierda que late por el prójimo como decía el maestro Héctor Abad Gómez, un principio evangélico que tiene un valor profundo para mí.
Por eso, creo que lo correcto, hoy, es hacer mi trabajo de la mejor manera posible, siempre en defensa de mis pacientes y de la comunidad a la que sirvo. Esta declaración ha sido meditada y asumo plena responsabilidad sobre ella, pues representa mi exposición pública respecto a mis actuales posiciones políticas.
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