Reflexión sobre el acceso a medicamentos y la atención en salud
Cuando un paciente espera cuatro horas para recibir un medicamento y finalmente se le niega porque la prescripción dice que no tiene diagnóstico, aun teniéndolo, a pesar de ser un fármaco que requiere para mejorar su sobrevida y su salud, ¿qué se puede esperar?
¿Que el paciente acepte sin cuestionar que alguien sin formación médica decida sobre su tratamiento?
¿Que los medicamentos no pueden titularse, a pesar de que es la indicación clínica adecuada?
¿Que no es posible practicar una medicina eficiente, basada en mejores resultados?
¿Que es más barato para el sistema de salud permitir que un paciente se descompense, requiera un ingreso a urgencias y una hospitalización—cuyo costo es varias veces superior al del medicamento—en lugar de garantizar un acceso oportuno al tratamiento?
¿Que es aceptable dejar que un paciente se complique solo porque “no hay recursos”?
No, así no es.
La medicina no se trata de seguir procedimientos administrativos rígidos que van en contra de la evidencia científica. Se trata de buscar lo que tiene respaldo, lo que realmente funciona, lo que complementa el bienestar del paciente.
Hoy vemos que muchos pacientes se descompensan, no por falta de tratamiento, sino por barreras impuestas en el acceso a los medicamentos formulados. La gran pregunta es:
¿Faltan médicos?
¿Faltan recursos?
¿O falta organización y humanidad?
Porque un sistema de salud que no prioriza al paciente, que impide el acceso oportuno a tratamientos esenciales y que antepone la burocracia a la atención médica, deja de ser un sistema de salud para convertirse en un obstáculo para la vida.
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