Rescatando el carácter: un llamado a la profundidad
El carácter, originalmente entendido como la "marca" o "impresión" distintiva que define la esencia y fortaleza interna de una persona, ha ido perdiendo su peso en el mundo contemporáneo. Aquello que alguna vez representó valores, principios, ideales y una identidad firme ha sido reemplazado por una cultura que gravita hacia lo pasajero, lo superficial y lo efímero. En el contexto actual, ser una persona de carácter, con virtudes bien definidas, se ha estigmatizado como algo aburrido o anticuado, casi una reliquia de tiempos más sólidos. En su lugar, lo divertido, llamativo y momentáneo se ha convertido en la norma. Vivimos en un mundo líquido, como lo describe Zygmunt Bauman, donde la identidad carece de raíces, diluyéndose en una constante búsqueda de validación externa.
La lógica consumista ha impuesto un mito peligroso: consumir más equivale a ser más, a tener más poder y estatus. Como señala Byung-Chul Han, este sistema fomenta el deseo inagotable y el placer inmediato, no como fines en sí mismos, sino como herramientas para sostener una economía voraz que se alimenta de la insatisfacción perpetua. En este modelo, el individuo ya no trabaja para construir su esencia ni su pensamiento, sino para consumir aquello que se le dicta como necesario. Esclavizado sin cadenas, se convierte en un ser endeble, carente de sustancia, vulnerable a la manipulación de las tendencias.
La verdadera tragedia no es solo la pérdida de valores como el carácter, sino la facilidad con la que una mente se entrega al inmediatismo. En un mundo donde "no estar a la moda" se percibe como un fracaso, la identidad misma se convierte en un producto desechable. Así, lo que alguna vez fue símbolo de fuerza y consistencia se diluye en una existencia fragmentada, gobernada por impulsos que sirven a intereses externos. El carácter, en su sentido más profundo, ya no se cultiva; se desecha. Y en este vacío, lo que se pierde no es solo una cualidad individual, sino la posibilidad misma de construir una vida con propósito y sentido.
No todo es ocaso. En esta situación, aún permanece el mismo mundo en el que se construyó, a pulso, la sociedad y su esplendor. Sin embargo, ahora más que nunca, exige un carácter decidido y auténtico, un valor civil fortalecido, y la convicción de sostener principios que impidan caer en trampas donde las emociones sean manipuladas por deseos subordinados. Se necesita una mente capaz de pensar en coherencia con estos principios y un corazón que pueda sentir y ser feliz sin depender de vínculos externos. En este reencuentro con la coherencia, el compromiso y la responsabilidad, no se trata de cumplir horarios ni de fingir comportamientos aceptables. Se trata de cultivar un carácter que sea la expresión de una convicción interna: ser el mismo en todo momento, sin ocultar ni fingir, con una autenticidad que transforme y resista, incluso en medio de tiempos líquidos.
Referencias:
Comentarios
Publicar un comentario