La Inversión de Medios y Fines: Un Análisis Laico de la Sociedad Actual
Reflexión basada en el Catecismo de la Iglesia*
La inversión de medios y fines es fundamental para comprender la sociedad actual. Como laico considero mi deber, en virtud de los dones que por el bautismo y confirmación me fueron dados por el Espíritu Santo, reflexionar al respecto (CIC 871-873). Para un cristiano, el dinero y el poder no son fines en sí mismos; la finalidad de la vida en comunión con Cristo es la salvación, alcanzada a través de la misericordia y el amor (CIC 1828). La devoción al dinero como fin último conduce al vacío existencial, ya que al final de la vida pierde su capacidad de brindar consuelo ante el destino inevitable de todos aquellos que como yo, somos seres mortales. Además, aprovecharse de otros, causando su desgracia para obtener beneficios materiales y placenteros, genera desigualdad social, despertando resentimiento y convicciones basadas en la retaliación y el odio, lo que resulta en la polarización de posiciones destructivas. La Doctrina Social de la Iglesia enfatiza que el dinero y el poder deben ser medios al servicio del bien común, no fines en sí mismos. El Catecismo advierte que considerar a las personas como meros medios para un fin engendra estructuras injustas que dificultan una conducta cristiana conforme a los mandamientos divinos (CIC 1887).
Observamos cómo individuos que mienten y manipulan mediáticamente alcanzan el poder, respaldados por su eficacia económica y con un claro tono individualista y de desprecio al prójimo. Esto aumenta la polarización; su objetivo no es un mundo unido y en paz, sino la ostentación de un poder que somete a los demás. La Iglesia ha señalado que la inversión de medios y fines lleva a dar valor de fin último a lo que solo es medio para alcanzarlo, generando estructuras injustas (CIC 1887). Esta inversión de valores contribuye a la polarización y al deterioro del tejido social.
Además, en Medio Oriente, bajo discursos religiosos politizados, se justifica el exterminio de inocentes por pertenecer a un culto religioso opuesto. En este caso, el medio para un supuesto fin teológico se convierte en una tragedia inhumana con heridas profundas que arraigan el odio y la sed de venganza. Si el fin es la paz, no puede un medio que genera lo contrario ser afín a él, lo que lo convierte en un discurso engañoso y carente de lógica y sentido. El Catecismo enseña que la inversión de medios y fines engendra estructuras injustas que hacen ardua y prácticamente imposible una conducta cristiana (CIC 1887). La violencia en nombre de la religión contradice los principios fundamentales de amor y misericordia presentes en las enseñanzas de las principales tradiciones religiosas.
Ante esta situación, la coherencia debe perseguir la paz como fin y propiciar un clima social acorde con las necesidades de desarrollo de cada comunidad. Los medios acordes, por tanto, deben ser la búsqueda del encuentro entre cultos religiosos como prójimos y fieles a Dios. La paz es fruto de la justicia y efecto de la caridad (CIC 2304). La promoción de la paz requiere medios que reflejen los fines deseados, evitando la contradicción entre objetivos y métodos.
La mayor infidelidad para los musulmanes no debe ser pertenecer a otro culto diferente al definido por Mohammed, sino omitir la ley de Dios; matar inocentes es un crimen inconcebible en este sentido. Para los judíos, la Tierra Prometida no es un espacio adquirido a sangre y fuego, donde el mandamiento de "no matarás" (Éxodo 20:13) se transgrede ante la sociedad mundial. ¿Cómo no va a ser injusto que un niño, obra de Dios e inocente en espíritu, se convierta en víctima de misiles israelíes? Este medio es contrario a una Tierra Prometida; en este sentido, es claro que Dios no promete una tierra con estas características. La Tierra Prometida "mana leche y miel" (Éxodo 3:8), no "sangre y dolor". La esclavitud que desemboca en la añoranza de esta es en la que se sumergen cuando viven en una tierra amenazada por la muerte y la inestabilidad. Dios no tiene preferencias por individuos o cultos, porque su amor infinito cubre toda su creación.
¿Cómo no va a caber la tolerancia en todos los rincones del planeta y la armonía entre seres humanos? Si nos centráramos en el futuro, veríamos que tenemos retos más grandes como sociedad, como el equilibrio necesario con el medio ambiente y la optimización de la salud. Si nuestro fin es la supervivencia del ser humano, nuestro medio debe ser el perdón y la unidad en la búsqueda conjunta de un mejor planeta para las generaciones futuras. Ninguna colectividad ni grupo de personas debe ir en contra de la voluntad de Dios; la Tierra es de todos. Ya sabemos que considerarla propiedad de unos cuantos es lo que genera la guerra. El respeto a la vida y la dignidad humana son esenciales para la convivencia pacífica y el desarrollo equitativo (CIC 2415-2418). La unidad y el perdón son medios indispensables para enfrentar estos retos comunes.
*Conferencia Episcopal Española. (2020). Catecismo de la Iglesia Católica. Madrid: Editorial San Pablo.
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