Crecimiento y Espíritu

 Reflexión inspirada en la vida de la hermana Clare Crocket, quien inicia su causa de beatificación el próximo 12 de enero de 2025.



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Se puede decir que en la vida se crece físicamente, en habilidades, en conocimiento, en capacidad económica, pero eso no significa crecer en espíritu. Lo que comúnmente se llama "madurar" es, en muchos casos, reducir la espontaneidad a su mínima expresión; es hacerse de mañas y engaños, esconder detrás de los ojos un mundo que se mueve sigiloso y en tinieblas, lleno de desconfianza y del "qué dirán".

Por eso, un niño siempre será el mejor ejemplo de riqueza espiritual en el mundo tal como lo conocemos. Es la libertad del ser, y resulta coherente que la libertad sea la bandera de la sociedad. Sin embargo, es paradójico que, salvo contadas excepciones, madurar no signifique amar más, ser mejor, saber más o servir más, sino simplemente tener más, ser mezquino e individualista.

El Evangelio habla de ser como niños para conocer a Dios, y no se refiere tanto a ser indefenso o inmaduro. Para mi es lo contrario, es ser tan grande en espíritu y tan libre como lo son los niños, pero con la madurez y la bondad que implica ser transparente y amar de corazón. Es darlo todo y disfrutar; eso es felicidad. Jesús nos invita a ser felices y a soltar la individualidad para llegar a Él, a ejercer en el mundo un amor apasionado, seguro, responsable y consagrado. Si todos replicáramos esto, no existirían las guerras, los odios, las trampas, las traiciones ni las venganzas. Pero al replicar el deseo de "tener más" y de ser cada vez más individualistas, obtenemos la realidad que, hoy en día se hace visible, guerras, pobreza, desigualdad, y la pregunta es, ¿Qué más se puede esperar? cuando poco o nada importan los demás.

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